Thursday, April 14, 2011

El niño de oro con el pelo grifo vs Clutch Cargo.






Te juro que me decían la promesa, el niño de oro con el pelo grifo.

Que a mi lado Claudio Lostanau o Miltón Carlos, en sus buenas épocas, se verían lentos, como caricaturas en blanco y negro.

En mis pies viajaba la ilusión de todos los de la colonia Industrial.

Pero no solo de la banda, los que nos juntábamos en la esquina de la cuadra, sino de la ciudad entera. Los ricardillos de la del Valle incluidos.

Siempre habría un antes y un después de mi.

Como con el Puente del rio Santa Catarina, del Papa o Rigo Tovar. Total, los dos lo llenaron igual.

Nomás había esperar a debutar en la primera nacional, siempre y cuando me visoreara un promotor de jugadores.

Sobre la calle Villagómez, a eso de las cuatro de la tarde, poníamos dos blocks a cada lado.

Entonces aun no comenzaba la canícula.

Nos bañábamos de sol y de triunfo.

Hasta acá llegaban los de la Garza Nieto y los de la Bella Vista.

Todavía no se construía el puente Progreso, que luego le llamaron con el nombre pinche del Rube.

Cinco contra cinco, portero ambulante, dos goles o diez minutos.

No valía mano, no tiro de esquina. Goles de tiro de más de media cancha estaban prohibidos.

Siempre a media tarde, Cervecería soltaba ese sabroso aroma a malta vaporizada.

Mi reta siempre ganaba. Nomás les pedía que me dieran la pelota.

Yo hacía todo el jale.

Burlaba a uno, a dos, a tres, sacaba al portero, y colocadito, pa que no se fuera muy lejos el balón, luego pasaban los camiones que iban a la central y lo ponchaban. O lo arrastraban atorado en el eje de la dirección.

Bien suavecita toda la onda.

El día que llegó el Jaime, con la raza de la Bella Vista, me dijeron aguas. Es leñero y es hermano.

Les pedí que no se aceleraran.

Si aquí estaba su machín, y que el Jaime, con boquita estilo Clutch Cargo, piquito de oro, le iba a dar un baile.

Con el primer drible que le hice estoy seguro que agarro tirria. Uno a cero

Al segundo adiós le dije. En la raya la detuvo el portero.

No hubo tercero. Recuperamos el balón, voy dejando sembrado a los rivales. Mano a mano, izquierda, derecha, se sube a la motocicleta.

Adiós al futuro, fractura de tibia y peronne. Dijeron después de ver las radiografías en el seguro.

Jaime, con su boquita estilo Clutch Cargo, fue recomendado por un ministro amigo mío que vio la jugada en la bocacalle, para las fuerzas inferiores del Monterrey.

Hizo historia con el número tres en los dorsales. Hasta la Selección Nacional llegó.

Creo que tú lo conoces, le llaman El Confesor.