Tuesday, January 20, 2009

marlboro ligths


Despertó como siempre, al alba, aun bien no terminaba de guardarse la luna.
Entro a la ducha, con agua tibia, organizó los pensamientos..
Apuntó mentalmente la reparación del boiler. Antes de que se incorporaran los demás miembros de la familia, confirmó vía e-mail sus citas matutinas.
La agenda en la oficina no la confía mucho a su asistente.
Es perfeccionista, ambiciosa, sincera, académicamente competente.
Aun en sus áreas de oportunidad le son contabilizadas virtudes.
Sin desprenderse de su teléfono móvil preparó los enceres de su familia y el desayuno.
Sabe conjugar sus valores, sentimientos y visión globalizada.
Conoce las tendencias recientes de la moda. Ama sentarse en su tiempo libre a leer un buen libro. Asiste puntual a los eventos de sus hijos.
Cada tarde, al llegar del trabajo se refugia en su jardín. Pasa revista al día minutos antes de la cena.
El temperamento fuerte lo heredó de su padre. De su madre, su voz y su amistad.
No se siente sola, no se resigna.
La palabra no puedo esta vedada.
Éxito y prosperidad son los forros cobertores de la casa, la oficina, el carro, su forma de vestir, conducirse, negociar y planear.
Cuando piensa en su familia su corazón late más fuerte.
Cree en el presente y sin olvidar el futuro ya planifico las próximas vacaciones.
Si fuera feminista diría que goza del empoderamiento.
Pero este siglo que apenas amanece le ha enseñado que estos son tiempos difíciles, cuando escasea la verdad. Usa como salvoconducto el brillo de su sonrisa, la modestia de sus ganas, sabe que los malos tiempos pronto se irán.

EL VAMPIRO DE LA CALLE ALVAREZ




Huele a leche cortada. Carece de sol en la inteligencia.
Poco a poco ha extraviado permanentemente los dientes frontales.
Las estrellas que abren la puerta de su casa no esperan visita. Del balcón, mitad oculto, observa atento el trafico de la calle Álvarez.
Con gesto sombrío baja a toda prisa. Tiene un par de anuncios de exclusividad de estacionamiento, los cuales ya han caducado.
Caer ahí es como llegar a la dimensión desconocida.
Va a tardar mucho, pregunta aun no bajes del auto.
Espero visita de mi familia que vive en la colonia del Valle.
A los dispersos nadie asiste.
Zarpazo por medio, los conductores le obsequian unas monedas, lo suficiente para cubrir su alimentación básica: un refresco en botella, de medio litro y una pieza de pan.
A todas horas colecciona la basura de toda la manzana.
Substrae las bolsas de los desperdicios colgadas en los barandales de las casas.
Es un vouyer que le tiembla el rostro, al compás de ese coro de voces que le hablan en la memoria, en una sinfonía de tormenta.
Arrastrado en la inmensidad de la ausencia, toma baños de sol desnudo en su terraza.
Santo y profano.
Demonio de la calle Álvarez, toma su sexo erguido, lo exhibe, da golpes de muñeca, despunta los remolinos de sus ansias con las manos.
Quienes le han visto en ese transito de su flores ya marchitas, se duelen por el escaso uso de casa: la más hermosa, cuidada, plena, grande y mejor ventilada, de toda la calle.
Un día llamó a la puerta.
Pidió prestado un abrelatas. Lo negué, por miedo de ser víctima de un sableador profesional.
Ese cuerpo tan blanco, desigual y enjuto, busca sorprender con una carnada tan absurda.
Se marchó con las manos vacías de la pesca compañera.
Siguió otra ruta más pronta para llegar a su extraviado sol.
El aroma agrio se impregnó en los umbrales del olfato.