Tuesday, March 10, 2009

los hermanos caradura




Sentados en la barra de la Pirámide, Ricardo y Daniel, se sienten muy buenos.
Ricardo, el mayor, bebe cerveza oscura. Egresado de Contador, el mayor de los dos, es ejemplo de lo cosmopolita.
Viste boina española, camisa de diseñador y pantalón de pinzas, y zapatos italianos sin calcetines.
La fragancia favorita es de maderas y siempre selecciona de la rockola las canciones de Cachaito y del colectivo Buenavista Social Club.
Vivió un par de años en los Estados Unidos. Con su sueldo le pagó a Daniel la carrera de abogado en el Tecnológico de Monterrey.
Daniel, es carita, menos pedante que Ricardo, más alivianado para el asunto del arte, con talento, aunque con menos efectivo en los bolsillos.
Solo toma agua mineral. Tienen en común, a la par de los apellidos, el gusto por los Marlboro blancos.
Toda la carrera sufragada por su hermano, le sirvió para emparentar con una familia de la colonia del Valle.
Si bien estudiar derecho en el tec no da experiencia profesional en la rama de las leyes, si permea de contactos posteriores, y da lo mismo bajar la bragueta con una chica de la uni que del tec, consejo sugerido por Ricardo a su hermano.
Eso Daniel aplicó correctamente.
Los tres o cuatro viajes a europa de Daniel, de gira, de comparsas meritorios de Cemex y de Gerardo Maldonado, el lic, como le conocieron.
Dedicados a entonar huapangos, sones, polcas y música vernácula.
Ofrecer tequila y sonrisas bonitas de, mexicanus, oh mexicanus, blancos, rubios y de cabellos liso, en las exposiciones donde la Cemex, promociona sus productos.
Ricardo y Daniel son extremistas de la religión de todos los días.
Amilienialistas consumados para ellos el Apocalipsis es hoy. Descreen de sus adversarios. Hacedores de juicios sumarios. Con sencilla algarabía destrozan reputaciones: si no puedes con el enemigo, humíllalo, difámalo, pero nunca le des una segunda oportunidad.
Daniel se casó y jamás ha dejado el tecnológico, donde cobra cada quincena.
Ricardo eligió seguir el ministerio como pastor, después de un año sabático, y otro de desempleado, en un seminario en Nueva Orleáns, un sitio tan lleno de color, de jazz y de buena cerveza oscura.
Nada se compara de los hermanos caradura, como cuando, una noche de viernes en la Pirámide, su padre, el Pastor evangélico, les encontró haciendo cabriolas con el humo del tabaco.
A Ricardo con su cerveza oscura y a Daniel, besando a Gladis, una parroquiana de cepa del bar.







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