Thursday, October 27, 2011

la mujer elefante




En la ciudad, en cada uno de los espacios donde aparecía, siempre llamó la atención.
Su belleza, sin frontera. No gordibuena, sino bastante potable, más que mamacita, muy buen ganado. Con todo en su sitio. Los pechos y sus pezones, daban la hora exacta. La cintura envidia de la cinta métrica. Hasta su cara equilibrada, ya se sabe que algunas tienen cuerpo de tentación, pero cara de arrepentimiento.
Cada vez que la invitó a salir, ella evitaba: Ahora tengo una despedida de soltera de una prima que vino de Houston y solo viene en esta fecha. Entré a estudiar cosmetología cósmica y ahora tengo una demostración. Mañana sin falta nos vemos, mejor pasado, la semana próxima a la hora y donde tú digas.
Coincidieron por tanta suplica e insistencia.
La enamoró sin palabras. Ella, convencida, le confesó: te evite toda la vida.
Luego, como es natural, llegó una hija y nacieron los celos.
Comenzó a perder la figura. Cada día amanecía más obesa. Despaturrada, dejó de afeitar las axilas y a roncar en la noche. A echarse pedos en la recamara. A comer a toda hora y en todo lugar. Estoy deprimida le confesó.
Intento resucitar el firmamento de su cuerpo.
Probó el té del hongo milagroso. La de cero proteínas. La de los carbohidratos. La de quita kilos haciendo la despensa en ese sitio. La de la zona, yendo a caminar como china perdida en el bosque. Compró una bicicleta. Se colocó los imanes de equilibrio emocional en las muñecas y los tobillos. A darle por todo cintermex.
La mujer elefante arriba de una bicicleta entró a una casa sin puertas ni ventanas, que es la locura. Ahí perdieron noticia de su vida, y la de su marido.

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