Thursday, March 26, 2009

Baby Face: el librero de la calle Espinosa.



Todas las tardes cuando el sol comienza a caer, Marcelo, apoltronado en el desvencijado y polvoroso sillón, se lleva a la boca su pepsi ligth de dos litros, que a esta hora, ya esta caliente.
Luego prende un pall mall. Sigue con parsimonia, tallando con la navaja, unos pedazos de madera: los dos ladrones y el salvador al centro.
Marcelo, ojos azules, rollizo, chapeado de mejillas, habla como niño, su cuerpo, de más de sesenta años.
Seguidor de las tesis marxistas aplicadas en la Universidad de la mano de Pepe Revueltas, dedica la vida a comercializar libros.
Asiduos compradores sus vecinos: los trabajadores de la empresa de seguridad.
Marcelo ofrece a los guardianes, compañeros de papel, los selecciones viejos, los contenido, poetas clásicos y de nueva sangre, cuentos liberadores de experiencias, toda clase de idea impresa.
La rutina en los guardias de seguridad se llama vida. Está corre muy lenta en sus turnos de doce horas.
Con su cara de niño, Marcelo, fusible fundido en los hemisferios cerebrales, fruto de la década de liberación de los sentidos y el amor a mansalva, desconoce la vida independiente.
A toda hora su madre, la anciana de tez blanca, cabello corto algodonado, que le heredó la forma y color de los ojos, se asoma desde el interior de la casa-negocio para ver que todo esté en orden.
Marcelo diabético fumador, amoratado en las piernas, mueve poco los pies.
Sueña con volver a ver a su hijo. Que no conoce, pero que sabe que ya crece, y va a la Universidad.
Espera contarle de las tesis marxistas y compartir las ideas de Pepe Revueltas y de su amistad fugaz.

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