Monday, May 25, 2009

la lechera chiquita




Seguir oliendo la sombra del día de Urbano en la habitación le resulta insoportable a Lucrecia.
El hecho de pedirle un beso antes de dormir transtorna esos minutos de silencio.
Antes de Urbano, hizo el amor con cinco hombres.
Cliente frecuente del Hotel Don Diego, en el Barrio Antiguo.
Del segundo varón, un experto ingeniero en bajarle el cielo y las estrellas a la par de los calzones, se embarazó.
Lucrecia no se pudo casar con alguien que aun lo está.
Inadecuado resulta ser madre soltera. Con 25 años y la carrera universitaria inconclusa, viviendo aun en casa de sus padres.
Entonces conoció a Urbano en el Antropolis un jueves.
Le contó las muchas ganas de conocer Real de 14. Él dijo juega y la invito a pasar el día ahí.
Pagó el boleto de transporte, los refrescos, la comida y hasta depositó una ofrenda al Santo de la Devoción de Lucrecia.
Ahí en el altar mayor prometió hacer cualquier sacrificio, con tal de vivir emancipada.
En Santo Matrimonio, no importara que fuera con Urbano, si el universo conspira a su favor.
Urbano y Lucrecia se casaron meses después.
Lo hicieron por lo civil, cuando el arrepentimiento martillaba los clavos del ataúd de la infelicidad.
Luego por la Iglesia. Vestida de blanco, para fines prácticos de sus padres apenas saldría de casa y lo haría como Dios manda.
El día de pago Lucrecia descubrió que Urbano no era el gerente de la compañía donde laboraba, como había hecho creer.
Ahora vivía en un cuartucho de la Colonia Argentina. La puerta de la ducha era solo una cortina.
Esa estrechez no era parte del acuerdo con el Santo Patrono.
Con ira le reclamó lo que ella determina guerra de mentiras sin tregua.
Urbano aguanto vara hasta la madrugada en que llegó Lucrecia a las tres y le dijo no te amo.
La llevó de vuelta a casa de sus padres, hablo con el suegro y le dijo: ahí muere. Hago entrega. Subió al taxi, no esperó derecho de réplica.
Al llegar a casa, y acostarse, durmió de maravilla.

Semanas de soltería abandonada a la suerte, Lucrecia, caminando por la calle Hidalgo escucho que le gritaban leches, lechesssssssssssss, lechessssssssss, uno de sus compañeros de la Uni, la abrazo, le dio un buen beso en la mejilla. ¿Cuánto tiempo de no saber nada de ti?
Se refugiaron en el bar Reforma, a beber jarras de cerveza oscura. Comer cacahuates y tiritas de tortilla requemada.
Lucrecia, la leches, la lechera, le dijo a su ex compañero que deben ir a Real de 14, tiene pendiente una manda.
Él, en lo interior, pensó: la que quiera azul celeste, que se acueste.
Acabaron la jarra, pidieron otra, depositada la confianza le pidió un raid.
La llevo a recoger sus pertenencias a casa de Urbano.
Encontró en abandono el cuarto. Donde una vez estuvo la cama, el vestido de novia de Lucrecia luce extendido y aun sin lavar.



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