Tuesday, February 03, 2009

El joven manos de tarjeta




Con precisión de cirujano aplasta, alarga, distribuye y deslinda por partes iguales.
Usa una tarjeta de debito, crédito o de teléfono publico, nunca de recargas al móvil, esas se doblan impunes.
Luego, con un billete de veinte pesos enrollado, boleto de tren a la esperanza, como en un juego de domino, aspira quien tiene las ganas más grandes.
Siete ocasiones en rehabilitación, el flint, como le conocen sus amigos, deja sin sustento cada reclusión a los dilers de la zona norte de la ciudad.
Saben pronto volverá, después de su programa de 28 días. Son historias vencidas. Letras de pagaré sin explicación, quemada la piel de las manos suyas.
El corazón hecho miniatura, si falta el buen acento de las semanas interminables, de alcohol y coca, el flint, con la lógica de lo más difícil se acerca al fuego de la llama.
Se enreda el tiempo, ciego, es así, va creyendo sus propias mentiras, luego el silencio choca y cambia sus alas.
El flint prepara el outfit fiestero. Los misfits: playera negra, pantalón negro, botas de casquillo, cinto a la jim morrison.
Beber rápido no le favorece.
Olvida caras historias y glorias. Camina entre los sentimientos sin dueño. Para ello saca de su pantalón el ochito de cabecera.
Puesto sobre la mesa depende la cantidad de comensales, o aspirantes.
Hasta el recuerdo se disfraza de intuición, si la voz se esconde.
En youtube, de lo más visitado junto a la canaca y a la borracha que la chocaron, está el flint, bailando la maldita primavera de yuri, al final del video grita: no se va, no se olvida nada.
Joven manos de tarjeta, una rosa sin florecer. Sigue vivo.
Esta noche pregunta donde irá a parar.
No hay nada personal, pero la ciudad, está llena de tiburones, lobas y vampiros que con un poco de cocaína podrá exorcizar.

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