Tuesday, February 17, 2009

mi tesoro




Artemio es el gran soñador de los niños de la escuela escuela Simón de la Garza Melo, , de la calle Juárez.
En los libros de la primaria le contaron que en el Japón la sal es un tesoro.
Ahorró durante un mes todos los domingos.
No hubo recreos con chicharrones de harina y soda en vaso de plástico.
Todo con tal de irse de casa, emanciparse de la tiranía del licuado de leche revuelto con dos huevos, por la mañana.
A medio día, sopa aguada, tortillas de la vuelta de la casa, flautas-milanesas-pollo-y-lo queexistieraenelrefrigerador, y por la noche, huevoconsalchicha-conchorizo-miguitasconhuevo.
En los libros de educación primaria de Artemio cuentan que los orientales cada cierto periodo de tiempo deben pasar a una cabina de oxigeno para no perder la conciencia.
Que duermen en pequeños espacios, como si fueran sardinas enlatadas, trabajan todo el día como abejas y duermen en sus colmenas.
Artemio soñó ir con sus botes de sal la fina, hasta la residencia del rey Hiroito, y ofrecer su tesoro, esperando la recompensa de vivir en el palacio imperial.
Como la televisión ofrece toda la información educativa, supo en reportajes de alvarado que todos los días sale un transporte a china.
En la mochila de cuero, con su nombre grabado y realzado en cuero, se lanzó a la central de autobuses.
Cuando pidió el boleto, a media tarde de un miércoles, les dijo los de la ventanilla que necesitaba moverse, porque su abuela había enfermado de dengue.
El pueblo de China es recuerdo fantasmal. Habitan mas perros, mezquites secos, y algunos adultos en plenitud, en extrema pobreza, que tienen a toda su familia viviendo en el otro lado.
Artemio descendió del autobús, cuando la tarde ya pardeaba.
Le preguntó al despachador, un viejo desdentado que para donde quedaba Japón. Extrañado le contestó que solo hay China Nuevo León. Que sabrá Dios se tras lomita esté Japón, pero para el norte, solo está el otro lado, el gabacho, los gringos.
Sin más alternativa que la desesperanza al chofer que cubría el turno reynosa-puntos intermedios-monterrey le pidió raid.
Cuando llegó a casa, aventó los botes llenos de sal la fina, su tesoro.
Después de una buena cintariza de su padre, entrada la madrugada, no ceno miguitas con huevo.

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