Sunday, May 27, 2012




He tenido que abandonar el prejuicio mental de involucrarme con una persona casada.
El amor llegó a tocar la puerta de mi corazón. De manera escandalosa. Sin levantar sospecha en los vecinos de la vecindad.
Pero así llegan los invitados que deseas se conviertan en la gente de casa. Los maravillosos espontáneos.
Soy discreta. No de la moralidad, eso no encadena afectos.
Jamás de las conquistas. Una más, otra que se va.
Los casados y los solteros, no tengo distingo,  que llegan de visita al club, a divertirse, me encargo de hacerles gastar bastante de su crédito en las tarjetas y en efectivo en asuntos costosos: bebidas, flores y osos de peluche.
Con la ingenua ilusión de que seré accesible a su capricho. De llevarme a la hora de salida al hotel o al apartamento. Pobres ilusos.
Siempre desaparezco. Como fantasma entre la pasarela, los  besos y el decirles en toda frase corazón mi amor mi rey. Así me ganó su voluntad con poquita labia.
Soy la fantasía de lo que no tendrán en su hogar.
Una conversación sin reproches. Pechos altos como torres en las que podrán guardar secretos. La lista de los desajustes hormonales de sus parejas no vendrán a encontrarse con ellos.
Conmigo todo es alegría. No hay mayor compromiso que el ahora.
En el momento que conocí al vecino, que llegó de la mano de su esposa, la mujer que todos le llamamos la bruja por lo prieta de su piel y que siempre anda vestida de negro, algo dentro de mi saltó de alegría.
Dije, a ese hombre me lo voy a desayunar. No importa el tiempo que tenga que esperar o el sacrificio que deba hacer.
Le tomé, a escondidas, muchas fotografías con el celular.
Cada vez que veía las imágenes, mientras me tocaba pensando en él, observaba algo triste en su mirada.
Luego todos supimos del embarazo, de la llegada de su primer hijo. Y de la depresión post parto de la bruja.
Le cerró por completo el templo de su cuerpo. Luego me confesó cuando nos conocimos, sacando la basura una mañana después de  marcharse a su trabajo en la oficina, que ella misma sabia que estaba deprimida. Post parto. No quería sus caricias ni sus besos. Ni su aroma, dice que le revolvía el estomago.
Me dijo que era artista, que lo suyo era fabricar artesanías con sus manos y llevarlas a vender a los mercados rodantes.
Total, fui con un cartomanciano a que hiciera el trabajo de amarre. No podía pasar más tiempo sin estar en sus brazos.
Y funciono.
La bruja siempre le gustó salvar animales en peligro. Solo en la época del embarazo se había detenido. Pero deprimida y sin consuelo, con marido e hijo, revitalizó la tarea de resolverle la vida a los indefensos gatos.
No puedo negarlo. Algunos si eran hermosos. Finos. De angora. Se veía que probablemente los habría robado de alguna casa de dinero.
Algunas mujeres después de dar a luz cometen muchas locuras. Yo creo que la bruja desarrollo todas las imprecisiones mas absurdas de la vida.
En la junta de vecinos decidimos enviar una carta a los dueños del predio en que su ubica la vecindad para invitarles a exhortar que no se aceptaran animales ni niños pequeños entre los inquilinos.
Hay que subir un poco el nivel de vida y la plusvalía mencionó un jubilado universitario, que es quien más tiempo lleva rentando y que siempre me ha lanzado indirectas de cuando nos vamos a tomar un café o de ir al cine.
Que va. No me gusta. Si por lo menos tuviera mucho dinero. Pero no. Anda arrastrando su pensión.
Y yo soy bastante cara, porque creo que lo valgo.
Le dije a Rubén, cuando comenzamos a tutearnos, que quería ser su amante, él me dijo que le parecía perfecto.
Que nos dejáramos llevar por los dictados del cuerpo, de las ganas que los besos provocaban, pero que siempre recordara que no podemos clavarnos.
Que el primero en clavarse perdería.
A mi jamás me ha gustado perder, ni en el bingo o en el turista.
Entonces el gato de la bruja comenzó a rondar por las ventanas. Imagine un plan perfecto, de eso siempre he estado segura cuando tomo una decisión.
Lo envenenaría primero al gato. Luego a la esposa de Rubén. Me casaría con él, al año de enviudar, para que nadie sospechara.
Trabajaria unos tres años más en el nigth club. Dejaría el crack. Me limpiaría el organismo para en el momento que decidiéramos, tener todos los hijos que la diosa naturaleza nos permitiera engendrar.
Sin olvidar el que Rubén y La Bruja generaron.
Luego con el dinero guardado, nos iríamos a vivir a Tampico.
Compraríamos una palapa cercana al mar. Venderíamos fruta fresca de estación a los turistas.
Yo les haría trencitas y les diría que hermosas son. Rechula su hija, usted es una mujer muy afortunada, tiene mucho porte. Su marido es una persona interesante. Deben ser una familia dichosa. ¿Cuántos días pasaran al lado del  mar?
Viviríamos tranquilamente, juntos.
Pero el primer paso para la felicidad es matar el gato que todas horas perturba la paz en la vecindad.

No comments: