Tuesday, May 29, 2012





Por el simple hecho de resultar interesante a las chicas del Privatt, decidí volverme judío.

Y resultó verosímil. Para el tamaño de mis ambiciones y para la ceguera de sus pretensiones. En ambos sentidos de la flecha, ellos me necesitaban como yo requería de sus contactos y compañía.

Con una turbulenta historia de dispersión. Llegado a América huyendo de la Europa Alemana.

Mano adelante y la otra atrás, mis ancestros pasaron con toda clase de penurias. Desde el lenguaje, lo árido y agreste del escenario norestense.

Sobreviviendo como el creador les dio a entender.  Improvisando sobre la marcha en la fabricación de dulces y alimentos.

Pero era mejor morir en libertad que vivir en un gueto rumbo al campo de concentración.
Ocultos en un poblado perdido en la parte central del estado.

Así la línea del tiempo y las relaciones quedó cubierta. Imposible de rastrear visado de entrada o de cuestionar la realidad de la historia.

De esa manera pude flanquear las puertas de los cuerpos femeninos, de las nuevas amigas del campestre y del casino.

Acceder a las caricias, sus casas y el deportivo en el garaje.

Viajar en sus jets privados. Organizar la agenda y vestuario de acuerdo con el ánimo. La moda la imponemos nosotros.

Conseguí novia, amigos y hasta cómplices para negocios en donde hice capital, que entonces carecía.

Eso es lo único positivo de lo blanco, rubio, de frente amplia, cabello delgado tirando a escaso,  ojos cafés y nariz tanto pronunciada puedo tener: caigo dentro del fenotipo disímil al nacional.

Para cada momento de duda de los padres de mis amigos, que me ven llegar con ellos, lo que cualquier mortal siente helado,  en dificultad,  existe la champagne, coca y tachas.

Eso y mucha labia.

Tirar verbo, como si de ello, de hecho, depende la vida.
La estabilidad de las relaciones públicas y el compañerismo, de quienes llevamos las riendas de nuestra sociedad, tan estrecha y con tan fuertes vínculos afectivos.

Eso abre la puerta y la llave de la prosperidad.

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