Monday, August 01, 2005

El choque de la semana

Ordinaria Locura


El choque de la semana

Da el sábado en el reloj y en la materia humana. Estamos dispuestos a salir de la ciudad para comenzar la aventura del futbol.
Nos vemos en la casa de Iván, en el barrio antiguo. Su número es inolvidable: 1234, salvación por todos mis amigos: la cita es a las cuatro treinta.
Somos los mismos de siempre, sensibles, ansiosos, caciques, dominadores de montañas de goles. Incansables por la pradera del lado derecho. Uniformados del equipo de preferencia.
Imparable la esperanza de salir invictos: dos goles o diez minutos, lo primero en ocurrir.
La carretera nos lleva al sur. Siempre al sur.
El sur en ciernes, depredado. Este sur viajero, detenido, de plazas con viejos conversadores, desdentados, pétreos.
Vemos la maquinaria pesada entrando en los cerros, blanqueándolos, y esos seres dolientes van poblando sus faldas. Nada esta lejos. Nadie esta cerca. El calor sopla. Derretidos nuestros rostros de cera.
A cierta altura del camino, sin excepción, en los carriles inferiores están los agentes del transito y los del percance.
Por lo general son carambolas, justo delante de un letrero de disminuya su velocidad, carretera en construcción.
Las nuevas colonias observan a los desesperados ponerse de acuerdo. Dando el parte al oficial. Esperando la llegada de las grúas.
A ellos les toca perder el fin de semana. El vehículo encerrado en el corralón. Pasamos justo frente a ellos. Demoramos cuarenta y cinco minutos un tramo de diez. Somos bastante raros en esta ciudad.
Siempre volteamos a ver al accidentado, al herido, al muerto. Santiguados vemos colocarles la sabana blanca.
Llegamos a Villa Toledo. Algunos calientan. Yo procuro estirarme lo suficiente para no lastimar ninguno de los músculos o ligamentos. Pienso en los accidentados.
El partido esta por comenzar.
El sol es enemigo natural, también los cañonazos de Hernán, la rapidez de Isidro, el dribling de Juancho, la exactitud de Romualdo.
El corazón de Rosso. Las piruetas de Vidal. Las chiripadas de Iván. Las locuras de López Moya. Lo encendido de Benji.
Pasan de las cinco con treinta.
En el reloj y en la materia el balón rueda de un lado a otro: busca el pie certero o la cabeza martillante.
Los del accidente aun están atorados en el tráfico, esperando la grúa.

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