Tuesday, August 30, 2005

Péguenle al negro


Para Ismael, Armando y Gabo.



Hace calor, exhaustivo: en demasía.
Las chicas se despojan de sus tops y quedan sus senos al aire, luego los decoran con airbrush. Con dibujos de mariposas o de cualquier especie, solo cubren sus pezones.
Algunos de ellos dan verdadera tristeza: hay senos picudos, enormes o de plano insípidos. Aunque puede uno darse cada sorpresa. Por lo general son las latinas las mejor dotadas.
Las regaderas en el centro del lobby, para alivianarse de la larga jornada de bandas tocando. Comenzaron a las nueve de la mañana y ya es media tarde.
El Ozzfest, el límite de las ilusiones. Las drogas, el ligüe instamático, somos una familia feliz. Momentos Kodak. Los girasoles giran. El mundo no se detiene y estamos en the happy tour.
La cerveza helada en enormes barriles de hielo. En el foro la guitarra, la batería y el bajo destrozan los oídos, las paredes del anfiteatro.
Estoy aquí, sobrio. Viendo a todos lados. Mis ojos quieren salir de sus orbitas. Mi corazón late a mil por hora. Llegara la hora de ver por segunda vez en mi vida a Black Sabbat. Solo tengo treinta y cuatro. Soy un chico doble 17. Pasé la edad de Cristo.
Los de Velvet Revolver traen un buen sonido. El Slash junto con Duff y Matt tocan Mr. Brownstone.
Salimos a comprar cerveza. En varios puestos hay juegos extremos. Me llama la atención uno en especial.
Sentado sobre una hielera esta un chico negro, se parece tanto a Ronaldiño, el jugador del Barcelona. La apuesta es la siguiente: te dan tres tiros y debes de darle en la cara al chico.
Te cobran cinco dólares: si en ninguno de ellos le das solo te ganas un disco recopilatorio del festival. En cambio, si atinas a golpearlo en la cara, te ganas la playera oficial, mas el disco y la revista oficial.
Tengo dos dólares en el bolsillo. Le dijo a Ismael dame tres: Juega, solo si fallas yo me quedo con el disco.
Me parece sensato. No voy a fallar, aun estoy sobrio. El gringo con sus multitatuajes toma los cinco dólares. Abraza, besa y apapacha a su novia. Una pelirroja vestida de rojo, de piel blanca como la leche. El morenazo se sienta sobre la desvencijada hielera.
Coloco el balón y disparo la primera oportunidad. El balón pasa demasiado lejos de él. Lo coloque en una orquilla. Soy malísimo para disparar los penaltis, por lo general siempre me los detienen.
En la segunda oportunidad, coloco más a la derecha el balón. Doy dos pasos para atrás y el balón pasa muy cerca, pero aun no logro afinar la puntería.
Ismael esta ya casi tomando el disco de consolación. Ni hablar. La maldición de los seleccionados mexicanos me seguirá en Dallas Texas.
Algo de fe queda en mis botines. El tercer intento coloco la base del balón lo mas cercano a uno de los extremos. Le internaré golpear el balón con la parte exterior.
Vuelvo a dar dos pasos para atrás. El cielo se detiene. El morenazo se pone las manos en la cara. Ismael observa. El balón sale disparado. Se incrusta en plena cara del chico. Al recibir el impacto se va para atrás. Los mirones gritan gol. Yo digo: yes.
Ismael se va con su disco, yo con mi playera del Ozzfest.
Slash sigue tocando con Duff y Matt Sorum. En un rato más, cuando salga Ozzy, ya tendré puesta mi playera. La portaré con orgullo. El morenazo, por cierto, se rompió la boca del impacto. Gajes del oficio. Pero siempre quise tentar mi suerte. Hoy soy un elegido de los dioses.

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