Tuesday, September 06, 2005

Bien Fría




Mi blanco carro es un desmadre: un corcel nacido en una cuadrilla económica: japonés y armando en quien sabe donde.
El cuarto donde duermo fue antes de mi hermana, aquí también reina el caos, mi antiguo cuarto es ahora una bodega de juguetes de mis sobrinas.
He comprado muchos mas discos de los debidos. Pero sin música el mundo se detiene. Nunca es suficiente, si el asunto es ocultar la tristeza.
Puedo nadar en dinero en la tarjeta de debito. Entrar a los mejores antros de la ciudad sin hacer fila ni reservación.
Comer en el restaurante de moda los platillos más exóticos.
Salir en las páginas de sociales, ser el metrosexual mas asediado por las niñas bien.
Andar de novio con alguna de un apellido último modelo, pero nada, absolutamente nada, se compara a la coca.
Al rasurar la cara llevas el mismo rumbo, ahora no sabes reír. Desayunas del mismo lado de la mesa.
Bucólico sales manejando estrías. Todo nace, todo crece, y alguien ahora mismo esta muriendo.
Pepsi Cola, Doble Cola, Coca Cola, Diet Coke, Diet Pepsi. Es necesario renombrar ese jarabe espumoso nacido en 1886.
Pero nosotros los loquitos la llamamos soda.
La quiero blanca y fina como la arena.
En una pequeña bolsa, para guardarla en la cartera, o el pantalón. Deseo presagiarla, envolverme en su canto, sentarme en el sofá de mi mundo imaginario, y dejar el eco fluir.
Compro palomitas con los meseros de los antros, un doscientos puede durarme varios días de eterna felicidad.
No debo de ser demasiado atascado. Eso lo tengo claro. Entre nosotros dos es un acuerdo. Su sabor a medicina en la faringe es una divina obscenidad.
Soy un péndulo, no interrumpo sus ganas de poseerme. Amo dejarla aquí, mientras ella corre y juguetea con mi sangre, se va desenvolviendo en mi cerebro, lo lava y lo deja rechinando de limpio.
Sus raíces me juran arrancarme mis cicatrices. La soda nuestra de todos los días.
Los tornados, las sequías, las hambrunas, el vih, el cáncer en los ovarios, el de próstata, la ineficiencia del seguro social, el gobierno del cambio, el incambiado gobierno de los chiquillos y las chiquillas matan mas gente que la soda.
Ella me conoce como nadie. Tiene una señal luminosa si cae la noche. Vez ese puntito arriba del cerro, ese mero es.
La soda no es un lugar común. Soy tan feliz de conocerle señor sodero, usted ayude a este pobre amigo de Maradonna. No juego tan mal al soccer usted lo sabe, solo que las fracturas me hicieron la vida imposible y por eso ahora me observa sentado frente a una pantalla escribiéndole mis penas.
Eso es, un ataúd esperando mi llegada.
Voy a la maquina de los refrescos, deposito la cantidad justa, aplico el botón correspondiente y cae de la panza de ese armatoste, un refresco bien helado.
La soda para quienes visten de blanco y de corbata.
A mi se me hace agua la nariz. Un doscientos no vendría nada mal para terminar el día.

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