Friday, September 02, 2005

La risa de Miss Piggy


Llegamos al restaurant Nuevo León después de 25 minutos transitando.
No lo conocía, salvo por su fachada externa. Gabo nos ha prometido tener una dote de chicas guapas, chicanas, actrices, de esas de telenovela, para no perdonarlas de un buen acostón.
Me parece perfecto, le digo. Nos ponemos a modo. Sacamos del refrigerador tres cervezas para llegar entonados, como los buenos cantantes charros cantores, bailamos cualquier son.
Yo me regreso y dejo en casa mis bermudas de color verde militar para ponerme un 501.
Gabo me lo regaló, entró en su armario con la pieza: la pendeja de mi esposa ni siquiera sabe la talla que soy.
Es un matrimonio martirio. Una mujer enajenada y el hombre amando al fruto de ellos. Bonita pareja. Son como El Gordo y El Flaco.
Entramos en el restaurante: la cumpleañera se llama Alicia, aunque tiene ciertos aires de Daisy Fuentes.
Nos sentamos en una esquina de la mesa. Somos invitados de un invitado, como se dice, nada de la cumpleañera, solo gente en transito, esperando pasar un rato agradable en compañía interesante.
Llego una chica vestida de rojo. Con sus dos enormes encantos casi saliendo al aire, como pidiendo compasión, el amor y ser adoptados por alguno de los comensales.
Ismael, el dueño de la cámara, con toda su experiencia, le comienza a tomar fotos. Ella dice si, pero antes traigan una margarita. Nosotros tomamos shinner.
Ella dice: mi abuelo es de un poblado llamado Uña de Gato. Nos volteamos a ver. Ninguno de nosotros sabe donde se encuentra ubicado. Quizá sea un invento de su ancestro.
Comienza a posar para la lente. No puedo negarlo, es fotogénica. Aunque un poco pasadita de peso. Su color blanco, lo respingado de la nariz, sus piernas bien formadas. Ya estoy deseando estar mas con ella. Pero lleva mano Ismael.
Pagamos en el restaurante y le seguimos en un bar discoteque. Nos colocan los brazaletes verdes fosforescentes.
Me gusta la gasolina, dame más gasolina. Las niñas suben y bajan contoneándose. A mi me excita verlas.
Soy un poco retraído, me escondo en una de las orillas, sigo tomando y viendo desde la parte alta una pareja de japonesas haciendo de las suyas. Quien fuera la mantequilla de maní para ese sándwich.
Gabo, Ismael, Blanca, quien según su manager se llama Mía Bella, y yo nos celebramos por la amistad.
Mía se atraganta cuando ríe. Parece el eco de Miss Peggy. Me da pena. Tan buena, tan sabrosa. Me la imagino en la intimidad. Riendo con la nariz tapada diciendo más more chiquito. Tú sabes cuanto me gustas.
Es tan agradable Mía. Lanza golpes a los hombros de quienes estamos a su lado. Es como si fuera mi amiga desde hace años.
Te prometo si vuelves a darme un golpe, tendrás la obligación de besarme.
Esa noche su labial, mis ansias, las margaritas, el poblado de uña de gato: todo revuelto en la disco.
Ismael tomando fotos, ella subiendo sus piernas en mi. Pesan un poco, pero no hay nada mas sabroso, en una noche cayendo en el alcohol.

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