Es hora que todo el mundo esta en el trabajo. Solo las amas de casa, o las asistentes domesticas, preparan los alimentos.
Te dedicas a la venta de bienes raíces. Colocaste el anuncio en le periódico por tres días. Es pan caliente la propiedad que tienes en consigna.
Separaste las once de la mañana para mostrar a una pareja, que se identifico como la señora de Mendizábal.
Te estacionaste. En la cochera, la camioneta todo terreno esperaba.
Descendiste del auto y te emparejaste con la ventanilla ahumada.
Pasen por favor, acompáñenme.
La mujer viste ropa deportiva, con bolsa cangurera ceñida a la cintura.
Tres niveles y sótano sin problemas de filtración, mencionaste horondo.
Permitiste con libertad dispusiera de la visita, esperando desde el recibidor.
Me gusta, te comentó, del precio no existe problema.
Podemos hacer el trato.
Directo a la oficina, sacaste el contrato de compra-venta.
¿cuenta con crédito?
Va a ser al contado. Sacó de la cagurera, tres grandes fajos de dólares, billetes de alta denominación, olorosos a nuevo.
Entregas el recibo. Los felicitas por su buena inversión, la mejor de toda una vida. Comprar una casa, le dará tranquilidad a la familia.
Sigues agradecido, como si hubieras vendido el terreno de un parque funeral, la siguiente carga de residuos tóxicos a la sala de confinamiento industrial, o un parque llenos de juegos sin usar al lado de la prisión estatal.
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