Dos tragos de aguardiente, entre pecho y espada, si se trata de plomo y velocidad.
Aquí las estaciones lo tienen sin cuidado. Da lo mismo el verano o la burguesía.
Ha comenzado a agriar su carácter. Roto su paz. La soledad da cruda.
Los hijos en el exilio, desde Texas, via skype, todas las noches online, conversan sobre minucias, si en las tiendas La Michoacana regalan tickets para el concierto de los Mier y Los Invasores de Nuevo León o en El Fiesta compraron fajitas o papas enchiladas, para la acostumbrada carne asada del weekend, cuando se reúnen con otros más de los miles de desplazados.
Solo los más fieles, como su director de cultura, homo perseguidor de mozalbetes bicicleteros y mecánicos grasientos, a quien le encarga la mayoría de las representaciones en eventos masivos, o el de turismo, con intenciones de sucederlo al cargo.
Lunáticos, les dice, a quienes se mantienen cercanos.
Todas las noches, a la hora que nadie acostumbra o espera, se asoma por entre las rendijas de la persiana de la habitación.
La sudoración abundante, las nauseas y la impotencia sexual, son algunas de las consecuencias del estrés.
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