Backstage drama

Abrí los ojos. Mi cabeza, dentro de una cesta de plástico cuadriculada color azul, cubierta con sabana de franela de motivos navideños. Sin migraña, sed o necesidad de escupir las flemas matutinas.

La noche anterior, cuando me acosté a dormir en solitario, todo era orden. Paz y tranquilidad. Ahora faltaba en el patio, la escalera de aluminio que uso para reponer los focos.

Silencio en la calle, vacío, carente de emoción.

Salvo los disparos habituales, entre nueve de la noche y seis de la mañana.

El ulular esporádico de las patrullas y las ambulancias, levantando los cadáveres, con los rostros destrozados o las piezas brazos-piernas-tronco-cabeza, en bolsas de plástico negro.

Los reporteros martillando las instantáneas e imaginando los hechos, detectives salvajes alados, quemados de tiempo.

La mañana antes, desde temprana hora asistí a la iglesia. Tal como me gusta, evite la hora y fracción de alabanza que tanto agobia.

En el mezzanine, usando el ipad, como si tomara apuntes, logré distraerme jugando Angry Birds.

Vaya, he cambiado. Soy un hombre de bien.

Terminado el culto, salude a los vecinos de asiento. Sin prisa, a paso decente, me acerque a la puerta.

Tropezar con la desafiliada ex reina de belleza de México, antes de ir al Miss Mundo, no sucede habitual.

Vaya, es alta, y además, usa tacón de aguja.

Cool.

Por la vereda rumbo al automóvil, las paredes milenarias de las montañas, a bocajarro.

Creo que me atrajo superior la maravilla de la naturaleza, a observar las nalgas de la ex miss, pantalón entallado, corte estrech tanga color vino victoria secret, mano sudada, novio orgulloso contenedor cinturita, cargando el par de biblias.

En el siguiente convoy, el conductor de televisión con su esposa, conductora de televisión, con su hijo, presunto fruto de otro finado conductor de televisión, esquivan mi cálida mirada.

Debí comer pesado, abundante, que ya no desperté, sino hasta la mañana siguiente.

Como ya lo he contado, en mi declaración policial.