Ves ese terreno a la salida, pegado a la curva de la carretera, al lado de los arrozales. Para las once de la mañana estará despejado. A las tres de la tarde vamos a jugar futbol.
Ponte los tachones o tenis, da igual. El pants mas fregado que tengas, que no te regañen si se estropea.
Podrás lanzarte, volar, atajar los balones, sin miedo, caes como en colchoneta, amortigua el costalazo. Todo el terreno para jugar libre, explayarte.
Los cañeros harán su trabajo.
Por la madrugada, la noche se iluminará con el fuego. Lo que ahora esta en pie, son los puros carrizos. Pasaran el tractor, corte al ras.
Cuando andemos corriendo, vas a sentir que aun esta caliente la tierra. Quizá algunas brazas mortecinas, písalas, sigue jugando. No te detengas.
Las víboras o alacranes, los que hayan quedado, están chamuscados. Los escucharas crujir, convertirse en polvo, sirviendo de alimento al suelo, para la próxima zafra.
Pide permiso a tus papás y vienes a esa hora.
Hay un visor del Zacatepec que viene, buscador de talentos le dicen.
La armas y te invita a la casa club.
Te pruebas en las inferiores. Con la edad que tienes, me cae que en dos días de fogueo intenso, peleando el puesto, te quedas y ya no regresas a la ciudad, donde te aburres encerrado en el apartamento del cuarto piso.
Vamos a ir a las pacas, les dices.
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