Thursday, January 05, 2012

El Refugio de los Divorciados







¿Raro no?

Vives toda la vida en una región extrema, voluble, bastante inclemente, si no estas acostumbrado, es posible terminar odiándola.

Calor insoportable, que te permite freír huevos en el cofre o capacete de tu carro.

Cruel invierno, de personas congeladas debajo de los puentes y extremidades insensibles, dolorosas al andar, los parques con arboles hechos hielo las ramas.

Luego te mudas de residencia, a un lugar más templado, en otra localidad más cómoda, y dices: tengo frio.

Pasa lo mismo si te divorciar por primera, tercera o sexta vez.

Siempre terminas yéndote con una mano atrás, tapando el culo, y con la otra, diciendo adiós.

Puestos los pies en polvorosa, el primer problema.

¿A dónde vivir?

Comienzan las llamadas telefónicas.

Ahora si conoces los verdaderos amigos. Los que no hiciste en pareja, los de siempre, de la universidad o del trabajo.

Pasa, dicen.

Les cuentas la triste historia, que ya te da hueva seguirla contando.

Observas la aprobación o desaprobación. Los sonidos, las miradas enternecidas.

Ánimo cabrón.

Te entregan una tarjeta, un poco gastada, borrosa y grasienta.

Los datos de un teléfono y una dirección electrónica.

Te conectas a la web. Entras a la página electrónica. Muestran las instalaciones del llamado refugio de los divorciados.

Envías el email. Contestan a la brevedad. Concretas cita. Llegas a la hora pactada. Ya te esperan, Entras. El aire templado, han puesto incienso de canela. La música ambiental, minimalista el asunto.

Sobrio, te dicen. Tratamos de conciliar, este es un oasis de paz, el remanso después de toda tormenta.

¿Es definitivo? Preguntan, antes de cualquier otro asunto.

Asientes. No hay vuelta de hoja. Es lo mejor para las dos partes.

Ya te has hartado de todo: la manera de caminar, su ropa en la ducha, los trastes en el fregadero, hasta su aroma cuando duerme.

Todo te resulta insoportable.

Es un caos, dices.

A buen tiempo has llegado, mencionan, está en puerta la siguiente generación de la fiesta de los divorciados.

Firmas solicitud, te toman la foto, digitalizan la huella, recogen la tarjeta y te dan una nueva, para el futuro. La autoayuda es fundamental.

Asignan la cabaña siete, de buena suerte, podría ser.

A la hora de la cena, conoces tus compañeros. Son accesibles. No llevan prendido el teléfono celular.

El mayor de los compañeros tiene 60 años, el menor apenas 24. Tú estas en el grueso de la curva de la edad.

Al finalizar, pasan al salón de estar. El domino, cubilete, las cartas o el Xbox.

Para quienes prefieren sudar, el gimnasio es 24/7. La piscina con agua caliente. La cancha de raquet bol o la de soccer se ilumina por sensor.

Beben brandi, como digestivo, quien quiera, puede fumar un habano o cigarros, pasar al patio interior, transponer la puerta corrediza de cristal y colocar alfileres en el saguaro.

Los televisores de alta definición transmiten deportes. No se permiten apuestas, pero si pueden intercambiar los turnos de pasar al comedor.

Recargado en el barandal, quiere dolerte la cabeza, piensas en tomar aspirina.

Mañana dicen que lloverá, apuntas, a quienes en silencio degustan sus tragos.

Asienten.

Mañana y toda la semana, te contesta el hombre menor de todos. Será bueno ir a la lavandería ahora.

Observas el tintinar de la luz roja del helipuerto del edificio adjunto. Alguien más está por llegar. Supones importante.

Apuras el sorbo, juegas con los hielos y los muerdes.


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