Wednesday, January 18, 2012

Cianuro




Tim y Carlos de alguna manera son hermanos.

La latitud los sitúa en diferentes paralelos, pasaportes, visas de trabajo, países, idioma, solo el mismo género, eso y el año en que vinieron al mundo.

Sus padres florecieron de novios algo de tiempo, como para fijarles indiscutibles lazos entusiastas. Intentaron hacer vida en pareja. Soplar con el viento a la contra.

Rentaron casa, compraron muebles, hasta asistieron al templo juntos. Ya que él es demasiado protestante y en el hogar el hombre lleva la voz cantante.

Con tal hacerlo feliz y porque le vale madre el catolicismo, todos los caminos conducen a dios aunque no a roma, solía decir cuando sus padres le cuestionaban con dureza, para mantenerse dentro de la fe.

Esta relación no te va a llevar a ningún lado, amargamente impuso su madre.

Déjenme vivir a mi manera y tratar de ser feliz, atajó.

Levantaron de la mesa los restos de comida. Mientras lavaban los platos, su padre hizo a un lado el orgullo y la abrazo.

Esto va durar hasta donde tú quieras, no olvides que nos tienes al alcance de la mano, con tan solo una llamada, no estás sola.

Gracias. Se cobijó bajo la barba, en el centro del pecho.

Por algunas semanas la relación anduvo o así pareció.

La felicidad dura menos que una barra de pan de caja.

Llego a oídos de la familia los maltratos. La citaron en el café. Hablaron de todo un poco. Hasta que ella no resistió.

Me equivoque, aseguro, sin llorar.

Despídete de él, quien iría al encuentro, en la estación de autobuses.

¿Esperabas toda la vida ser la mujer de un cajero de supermercado?

Me voy, le dijiste. Están esperando en el Jeep.

Aceleran la marcha. El polvo vuela descomunal bajo las llantas.

La cuadrilla de pintores, apurados, plasman en la pared, la fecha de la visita del cardenal rector a la parroquia.

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