Friday, May 11, 2012

Winter Texas






Texas es donde viviré la vejez.
Todos los días por la mañana iré en la camioneta 4 X 4 a las tiendas de dólar por chucherías. También por las donas recién echas y los refrescos que no deben faltar en la nevera.
Quizá por juguetes. No muchas para que no se haga costumbre. Los menos. Que les regalaré a mis nietos. Que vendrán a visitarme en las vacaciones. Estarán algunos días. Luego no nos toleraremos mutuamente.
Dirán que mi casa huele a encerrado y yo huelo a viejo.
Que debo cambiar las sabanas mas seguido. Pero que la chica salvadoreña que viene a ayudarme con las labores de limpieza fue deportada y necesito encontrar pronto una suplente que haga esas labores por el mínimo.
Diré que hacen mucho ruido. Que duermen hasta tarde y no me ayudan para doblar la cama, mucho menos a lavar la losa.
Sus padres dirán que son mis nietos. Que qué quería si están completamente saludables. Que todo el año están diciendo lo que harán la semana de visita al abuelo.
Que quieren llevarme a Disney, pero que les preocupa el estado de salud del corazón.
Les contestaré que los voy a enterrar a todos juntos.
Y que por mi no se preocupen. Que aun el árbol con que se va a fabricar mi ataúd aun está en pie.
Dirán que eso cuesta mucho dinero. Que es mejor incinerarme. Que lo piense bien. Si ya estoy muerto, porque gastar.
Ya lo tengo previsto. Que no se preocupen. No pensaba pedirles a ellos.
Que no tienen dinero. Están pagando la hipoteca de la casa, de la camioneta. Y que tienen en mensualidades controladas la educación universitaria de los niños.
Me dirán que soy insoportable. Que nunca cambié.
Se subirán a su camioneta. Todos. Los muchachos me verán con nostalgia. Hasta el póximo periodo vacacional.
Mis hijos un poco enfadados. Al final de la calle me dirán adiós agitando la mano en el aire.
Ahora si tendré oportunidad de ir a recoger al sex shop la muñeca inflable que pedí y que tarda de seis a ocho semanas en llegar.

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