Tuesday, July 05, 2005

Campanita

ORDINARIA LOCURA.
CAMPANITA


Para El Trejo y Marcelo
La ví a un lado de la barra. La luz menos que a medias. La vi sentada. La volví a ver en cuclillas. A veces completamente doblada.
La ví fumar un cigarro interminable. La vi cantando esas canciones gastadas.
La vi con los pantalones de pana arremangados. Sus tenis de boxeador, altos y delgados. Todos nos dimos cuenta su estar a la moda.
El cabello rojo, trasquilado, con dos ligas como las que usa mi hija para traer parado su cabello.
Iván le preguntó su nombre, rompiendo las ansias y el silencio.
Ella le dijo: Ana.
Pensé en Ana de los mil días. En la enferma Ana que se consolaba abrazada de las ilusiones por la televisión.
En Ana, mi eterna novia, la que jamás dejo de ser parte de mi vida.
Ana la que ahora vive en otra ciudad, casada con otro hombre, y la que es por muchas ocasiones un silencio ancestral.
Ana la que una vez reencontré de visita comiendo en Valle Oriente.
Ana su hijo en brazos. Ana saludándome. Ana y sus padres.
Ana y el mundo girando en derredor de nosotros.
Yo perdiendo el miedo a vernos después de tanto tiempo.
Zoe saludando al hijo de Ana. Zoe besando al niño en su frente y diciéndome: mira papá el bebé que lindo esta, cuando trataba de llevarlo en brazos. Aunque fuera un solo instante. Zoe siendo la madre del hijo de Ana.
Ana la sonriente Ana. Ana la eterna Ana. La extranjera ya.
Ana, la de los cabellos rojos, después de que ella le contesto a Iván su nombre él le dijo: no, tú no eres Ana, tú te llamas Campanita.
Esa noche Campanita fumó, camino kilómetros por entre las mesas llevando las bebidas, se doblo en pedazos, y yo la observaba hasta que me atreví a decirle: tú no eres de aquí, de este mundo.
Sonrió y sus ojos me dejaron descubrirla. Tenía una varita mágica.
Un par de antenas en forma de ligas. Volví al país de los niños perdidos.
Ana se escondió detrás del polvo que las hadas usan para hacerte volar.
La ví regresar en el tiempo.
Seguía siendo la misma canción, vez tras vez.
Ana con los pantalones menos arremangados como al principio. Ana apagando su dolor. Ana vuelta ceniza.
Yo saliendo de su ciudad, llegando al parque, antes que la mañana despertara.

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