Tuesday, July 05, 2005

Ordinaria Locura

ORDINARIA LOCURA

Aprendiendo a volar

Manejo en esta ciudad desierto, muchedumbre de calor, delirio de cerveza helada, voy siempre en el mismo rumbo. Ando y no me quito, no importa chipote con sangre sea chico o sea grande.
Casi podría decir, a ciegas me lleva el auto hasta donde debe detenerse. Luego quitar la carátula del estéreo. Hacer la señal de la cruz.
Poner el bastón en el volante. Cubrir con el antireflejante de los tres cochinitos y el lobo feroz. Accionar la alarma. Bip Bip.
Comenzar ese camino de las cuatro cuadras hasta la entrada. Llego sudando y una puerta de cristal con un ojo sensor en el centro me permite acceder.
De la cartera sacó mi credencial. Mi talón de Aquiles donde me veo más feo de lo que soy.
Vengo atado con la corbata, y tengo mi camisa negra, y mi alma es más negra: percudida: no se puede disfrazar lo vivido ni con la mas nueva lavadora disponible en el mercado.
En el mar de la melancolía los pantalones negros, los calcetines negros, el cinto negro, las gafas negras. Solo una cosa difiere: la barba pelirroja.
Mis ojeras fastidiadas.
Se abren las otras puertas. Y un guardia me dice buenos días. He llegado a Sodoma. Y aquí los motivos salen sobrando, solo sonries.
Soy el preso número 99519. La computadora padece parálisis cerebral. Se inhibe cada vez que se le antoja.
Juego con ella. Tengo las manos hinchadas después de golpear el ascensor cuando quede atorado.
Transita el misterio del día. Termino mi trabajo.
Apenas salgo del mega edificio, a donde llegan los profetas para decir sus verdades, el sol me golpea de knock out.
Camino enamorado, aunque de eso no tenga nada.
Un salario detenido dos meses. Una pequeña sonrisa en mis labios. Tengo debajo mi playera del Santo, el enmascarado de plata.
Llego al carro. Quiero conducir sin cadenas. Tomo la avenida principal. Sacó la mano izquierda y dejo que se hunda en las arenas movedizas del aire.
Jugueteamos y le humillo.
El aire es mi destino. Poco a poco voy aprendiendo a volar. Por lo menos, la izquierda ya sabe como hacerlo.
Conozco una mujer que se llama arte, y aprendo un poco más del tedio.
Esta ciudad es mía.

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