Wednesday, December 14, 2011

El bombero que come Zucaritas






En el mundo de las gordibuenas, nada más sabrosa que la Chachita, siempre fiel. Una gorda no te deja por nada del mundo, cabrón. Por eso me busque rolliza.

Soy su pichi, entre los dos, hacemos muy buen caldo.

La vine conociendo en el Seguro, el bar que ahora frecuento.

No solo le hace a la mesereada, también canta.

Me dijo: échale una moneda a la rocola.

Si quieres una de Lucha Villa, me la aviento con tono aguardentoso, igual las de Chavela Vargas.

Puede ponerte cachondo con la voz, desnudarte, soltar la corbata, desacomodar la camisa y que te vayas contento, satisfecho.

¿tienes alguien que te regañé en casa?

Pos la verdad, su sinceridad me llenó el oído y su figura, las manos.

A poco no, mira esas carnes. La forma en que brotan desde el extemo vencido de la tanga, cuando se agacha con esa minifalda descocida.

Como se desparrama, mi fuente de verano.

Mi hoja que se cae del árbol, en otoño. Mi cobija humana en invierno. Mi florecer entre sus perniles, en primavera.

¿Cómo ves compadre?, si hasta poeta me estoy volviendo.

Soy un bombero que come Zucaritas. Todas las tardes, me quedo con mi Chachita hasta que cierran, de aquí nos vamos al cuarto que renta, y le apago su fuego.

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