Thursday, December 22, 2011

El cielo esta dentro de mi




Doris llega siempre antes de las ocho de la mañana. Pasa la tarjeta inteligente, el guardia da los buenos días. Cruza la puerta giratoria. Apresura el paso. Oprime el botón de subir.

Son siete pisos, con clima central, cómodamente se instala.

Prende el monitor, coloca la diadema con listones de kitty. Da un largo trago al café, aun humea.

No hay ventanales. Así olvida el cambio de horarios, en el este o el oeste, al otro lado de la frontera.

La luz constante, blanca y profunda. En algún momento de la mañana, se siente entrampada.

Camina a la maquina expendedora de golosinas. Selecciona galletas integrales. Coloca las monedas. Caen. Se agacha, descorre la portezuela. Abre el empaque y comienza a comer.

Algunas migajas resbalan de la comisura. Labial indeleble y a prueba de agua. Campaña 22 para los usuarios del telemarketing, hispanos quejumbrosos, putos indios, nacos pinches, chicanos de mierda, les ha dicho, cuando no la monitorean.

Sale a la banqueta. Alza la mirada perdida entre tanta gente.

La fila interminable de carros jugando al avance, precaución, alto.

Prende el cigarro ligth.

Nerviosa observa el segundero del reloj, mientras a bocanadas profundas, la línea blanca de tabaco, mezclada con cocaína, su receta especial, se consume.

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