Tuesday, December 20, 2011

La Patria como Milagro




Al tomar posesión, como presidente constitucional, cumplió la primera de las promesas de campaña.

Las que había dejado signado en presencia de notario, pero mayor autoridad, la del pueblo, con eso ya era suficiente.

Múltiples banderitas y cuetes multicolores, explotando, metros apenas, sobre sus cabezas.

Y más, si le sumamos a dios, que desde lo alto mira, como testigo silencioso, de honor, corría desconcertado, entre nube y contaminación.

El presidente y dios, por lo menos así lo creía el político, eran uno.

Adelantándose a sus deseos celestiales promulgo la protección de la vida, dándole valor humano con carácter divino, al esperma y al ovulo, mucho antes de la concepción. También permitiendo colocar a dios fuera de los templos barrocos, los retablos churriguerescos, los conventos renacentistas y seminarios novohispanos.

Llevándolo libremente por calles nauseabundas, avenidas congestionadas, congales vip y bibliotecas sin biblias.

¿Quién sería la primera familia afortunada en ganar el premio diario de un millón de pesos?

Ese es el programa central de gobierno, para sus seis años. Los demás valen sorbete.

Generar un millonario por día. Con ello seguirán los índices que el FMI les impuso, en la junta secreta en Wall Street.

No en base al trabajo, el estudio, las relaciones interpersonales o el acenso social, pues ese es el camino escabroso e imposible de acceder.

Además, la tasa de desempleo es tan alta, que llega hasta el cielo, donde ahora dios no habita, sino como visitante temporal de esta tierra, ahora si, tan cerca de dios, y tan lejos de estados unidos.

Mención directa, los impuestos, la usura, el narcotráfico y hasta el amor.

Con los concesionarios televisivos, departiendo las nuevas cuotas sexenales, no habría negociación es en el horario para transmitir el sorteo.

Quiero asignen el primer segmento, después de la información del clima, cuando todos aun siguen de buen humor, con tanto escote y minifalda de las comentaristas.

Van a aparecer el varón de Redo y señorita Amieva, previamente seleccionados, girando la tómbola.

En un recipiente con doce dígitos se formara el número único y personal, que viene a la inversa en la credencial de elector.

Todos puestos de acuerdo, se abrazaron deseando éxito. Subieron al helipuerto, rumbo a la casa de gobierno y a sus mansiones, en la parte alta del país.

Abajo, los votantes, los sinnúmero, renovados en la fe de su presidente y en dios, que todo lo sabe y todo lo espera, frente al televisor, entre la ansia de ser ellos, los nuevos millonarios.

Salir de fregados, de una vez por todas, en la vida.

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