Monday, February 27, 2012

A todo el mundo


 
 
No me van a intimidar esos cabrones, les dije a todos mis hijos. Los malandros, esos hombres malos, como les dicen en el noticieros, pasan muy entrones en sus camionetas ruidosas, con las metralletas de fuera. Sabrá a quien están buscando.


Seguiré tomando la tarde en la cochera, desde la mecedora. Lo que me queda de vida, que no son muchos años, quiero vivirlos como siempre lo hice.

Como lo acostumbramos su padre y yo, cuando llegaba de la fundidora, de su trabajo como modelista, cansado.

Se sentaba a refrescarse leyendo la biblia, jamás rehuyó los rasgos de la fe, que le dieron sus padres, en Europa, con su vaso de cerveza helado.

Luego mi esposo, no se podía estar sin hacer. Se daba un baño, mientras ustedes hacían las tareas.

Se quedaba en boxers y camiseta interior, bajo el techo del tejaban cocía la red, y la dejaba lista para irse a pescar, para sacarlos de paseo el sábado, llevarlos a la presa y que se dieran gusto.

Llegaban todos asoleados, oliendo a chivos, les decía.

Ya tenia lista las brazas para la cena. Fileteaba lo que sacaban. Cenar en familia, alimento fresco.

Después me ayudaban a levantar la mesa, lavar los trastes, dejar todo en su sitio.

Murió su padre, mi esposo, pero no las tradiciones.

Desde este sitio, sigo saludando a todos los que pasan, ¿Cómo le va?, buenas tardes.

En el barrio, nos conocemos. Sabemos quien anda en buenos pasos y quien no. Quienes son cabeza dura.

Seguiré sentada en esta mecedora viendo hacia la calle. Perciban, los dos rosales, este año, comenzaron dando flores pronto. No les hizo nada la helada. Perciban que fuerte raíces tienen. Ni las ventoleras les han desgajado.

Hace falta darles una pequeña poda, igual, esta ciudad.

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