Thursday, March 29, 2012

La tierra como centro del universo.










Toda vida, hombre, es inscripción enciclopédica. Lee a los griegos y los romanos. No solo sus vicios y caídas. Sino los logros y las partes altas. Observa como la plasmaron.

Ven conmigo, vamos al librero. Toma asiento. Despreocúpate por la acumulación de polvo. La tierra es saber. Del polvo venimos y hacia allá vamos.

Todas las tardes leo un fragmento. Y la sitúo en los pasajes de mi vida.

Desde que me case con mi ahora difunta esposa, pudimos transitar en la construcción de un pequeño imperio: nuestra casa.

Los hijos, como príncipes herederos, en su igual importancia. Adornando el árbol de la fe con sus pensamientos. De las diferencias sacamos acuerdos.

No fuimos republicanos, sino pequeños emperadores. Para que cada uno, en su propia republica al fundarla, pudiera ser interpelado por sus tribunos.

Ahora recapitulo con tinta, resaltando los momentos. He sido inspirado en apartados de gestación y madurez.

De batallas más intensas, donde la metralla ha sido tupida, no menos graves, me he recuperado.

No pierdo el optimismo para salir y laborar  en paqueteria del HEB.

La pensión de la seguridad social no cubre los recibos y los alimentos. Jamás iré a refugiarme a los brazos de los hijos.

Por eso despreocúpate, soy viejo más no vencido.

Aun sensible, tiembla mi piel con los boleros y las arias, las escucho por la noche, después de la ducha, antes de ir a dormir: la vida aun, en esta tierra, vale la pena.




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