Todos
los viernes por la tarde, a la salida, después de cumplir las horas de
detención, es decir, del trabajo, dirijo el ser rumbo al puesto de revistas.
Aflojo
la corbata, saco la falda de la camisa, desabrocho las cintas de los zapatos y
voy arrastrando los pies, como niño al final de la jornada en la escuela
primaria.
Compro
Maxim y por Deportes Ilustrado. Los guardo en la segunda sección del
portafolio.
Mi
madre dice que solo compro pornografía soft.
Es como
ese programa que tanto te gusta que pasan por tele hoy por la noche, casi en la
madrugada.
Creo
que no le gusta que vea Las Gatitas de Porcel. Muchas chicas, poca ropa y un
gordo simpatiquísimo que deja le repeguen el culo y las tetas y finge demencia.
Luego
te encierras media hora en el baño, quien sabe lo que estarás haciendo, quizá jugando
con tu cuerpo, pero ya estas grande para jugar a conocer tu sexualidad y tu
cuerpo.
Mamá
no sabe distinguir entre lo blanco y lo negro, pasando por el gris.
Se deja
guiar por sus prejuicios. Avispas juguetones clavando el aguijón. El sexo es
como la miel. Que me atrae y seduce con sus encantos.
Para
ella, todo y nada es lo mismo. La balanza tiene dos lados, me dice, yo, le creo,
pero descubrí que si colocamos dos pesos iguales, se queda en medio.
Eso es
ser tibio. ¿tiene algo de malo?. Por supuesto. Pareces el último romántico que
esta fuera de la ley.
Creo
que ya es el momento que te deshagas de esa horrible colección de revistas que
guardas.
Las voy
a tirar a la basura el día que menos lo esperes.
Podrías
sacar algún dinero, están en perfecto estado. Ofrecerlas en venta por internet.
No me
voy a tomar trabajo alguno, he visto en lo que te has transformado. En un pusilánime,
holgazán y sin aspiraciones en la vida.
A veces
no se como he podido ser tu madre.
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