Thursday, March 08, 2012

A solas contra el mundo.










Ni modo no aceptarlo. Desde que me case, deje de ser el chico buena onda. Ahora estoy sometido. Entre las garras de una mujer casi veinte años, menor que yo.

La conversión no ha sido simple o gratuita. Todo lo que hago, lo profeso de corazón.

Aunque ella no lo tomé en cuenta.

Salimos juntos los jueves, viernes y sábado.

Solo los lunes, y de nueva a once de la noche, me da chanza, de ir a cenar, jugar domino o tomar café, con el grupo de amigos que conservo desde la preparatoria.

Es muy estricta con el control de salidas y llegadas.

Dice que es de lo mejor que aprendió en su estancia en el internado en Inglaterra. No lo dudo. Solo que la puntualidad Inglesa, frecuentemente es inexplicable.

Me dice que como es que un hombre de mi edad, antes jamás formalizo las relaciones.

Es cuestión de enfoque, le contesto. Mientras ellos, que sostuvieron lazos afectivos con gente de la generación, ya están calvos, con la barriga desarrollada, las piernas flacas y pálidas, ella cuenta con un macho alfa.

Nuestra vida marital, que así la explicaron en los talleres antes de contraer nupcias, debería ser para el engrandecimiento de la obra del señor.

Y eso me parece correcto.

Nada de cualidades animales. Sino acompasada, fresca la presencia y el candor de la empatía. Con el disfrute en la piel, pero con la solidaridad en las manos.

El sexo oral le parece asqueroso. Aun yo he deseado hacérselo. Ni que pensar en que ella tome el pene y juegue con él.

Ha quedado descartado. Non santo.

Lo más extraño que es calendarizamos las frecuencias.

Un par de ocasiones, de plano, por sugerencia, improvisamos citas.

Como el lunes es libre, para los dos, cuando llegamos, cada uno por su lado, al apartamento, casi me asalta desde la escalera.

Vaya, tenia un leve sabor a alcohol en la boca, dulce y amagro. Me dijo que habían bebido un par de margaritas frozen.

Que era el momento cumbre de nuestra existencia. Que como estaba en la parte mas alta de su ciclo, deberíamos, por única ocasión, usar condón.

Me besó como jamás antes, metiendo la lengua en mi boca, jugando con mi lengua, que se escondía, desconociéndola.

Y así lo hicimos.

La ayude a desvestirse y la auxilie a vestir.

Al terminar, me exigió ver el contenido, antes de desecharlo en el cesto de la basura.

Vaya es bastante, ahora puedo constatar que no andas con otra vieja. Porque seria capaz de cortarte los huevos cabrón.

El alcohol, a las mujeres dóciles, les corta las alas.


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