Pensé
que eran los testigos de jehova, o el señor del cable, quien llamaba con tanta
insistencia a la puerta.
O tal
vez, la entrega de comida a domicilio del KFC que siempre llega con una hora y
media de retraso.
Nada
de eso.
Era un
astronauta. Vestido como tal. Con todo y casco puesto. Pásale a lo barrido, le
dije, mas movido por la curiosidad de saber quien estaba dentro de ese disfraz
tan bien forjado.
¿eres
tu zurdo? ¿o tu huevo?. Neta que buena onda con el disfraz. Ahora si se volaron
la barda.
¿no
tienes calor?, le pregunté. Estamos a cuarenta grados a la sombra, y dicen las
chicas del clima que subirá un poco más.
Solo
movió para ambos lados la cabeza, negándolo todo. No es el zurdo ni el huevo. Sabe
quien será.
Se
sentó en el sillón de plástico de darth maul, de star wars, que tengo en la
pequeña sala de la buhardilla.
Sin levantar
la mica nos quedamos en silencio, viendo el uno al otro. Con las manos pidió una pluma y un papel. Vamos a jugar al
pictograma. Que buena onda. De seguro es alguien que esta viendo como reacciono
o de la gente de cámara escondida. Voy a seguirles el juego.
Saque
mi libreta de reportero y el bolígrafo.
Soy
tu astronauta de la suerte, escribió en la primera hoja. Te voy a resolver la
vida. Puedo cumplir dos deseos.
¿eres albino o andas de turista, viajas en
primera clase o de turista, interplanetariamente? ¿Ese es tu primer deseo,
preguntó?
Espérate
no vayas tan rápido compadre. Voy a servir una cerveza. Dame chanza.
Mientras
tanto voy pensando algo que necesite.
Por
un momento, los nobles sentimientos que atormentan el silencio, vinieron al
cerebro.
Terminar
con la hambruna, el desempleo, la
violencia, o una cura para cualquier forma de cáncer y del vih.
Eso sería
místicamente inútil. Es como vivir entre dos espacios al mismo tiempo. Entre la
sombra y la luz.
Me senté
en el otro sillón de star wars, el de darth vader. Abri la lata y la serví en
el tarro congelado.
¿entonces?,
insistió.
Creo
que si. Ejercer tanto poder en un instante me envejecio casi veinte años, en
puras preocupaciones filosóficas. Los cabellos negros se convirtieron en canas
o se cayeron. Se ajó la piel y los dientes cariados.
Va,
le dije, con voz gastada: siempre tener lleno el refrigerador con cerveza, y que no me dé
cruda, para que pueda seguir bebiendo sin desfallecer o volverme loco, eso y la colección de discos en acetato de Juan Torres y su Organo Melódico.
Hecho,
escribió en la libreta.
Firmo
con un garabato imposible de identificar, como si fuera receta medica, lista, para
llevar a la botica, entregar al dependiente descifrador y esperar en el
mostrador que la surtan.
Se puso
de pie, no se como lo logró porque el traje se ve pesado, quizá ya se acostumbró
a moverlo.
Se despidió
agitando la cabeza.
En medio
de la calle, pleno de curiosos, la capsula con una bandera china.
El
inspector de transito, le había colocado
la infracción del parquímetro.
Son
ordenes del alcalde, no hay periodo de gracia, argumentó, cuando insistí de perdonar
la multa.
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