Thursday, April 12, 2012

Amor a colores










La vi desnuda y temblé.

Horas más tarde, lo hizo la ciudad. Nos refugiamos desnudas y cansadas, un tanto asustadas, en el arco de la habitación.

Mucha pieza para una sola entrega. Ni por donde comenzar a degustar. Banquete a cuatro manos. Dos bocas. Veinte años de espera. Un país. El norte y el sur. Toda la geografía de distancia. Las ganas no acortaron las alas.

Jugamos al Wii en un departamento prestado. Dos partidas de beisbol y una de boliche.

En medio de la ciudad, la fé es vela que se enciende.

Pon algo de música, pidió.

No se bailar. Tú sigue los pasos. Creo que mejor quedo en calcetines. Sonríe divertida. Debe ser muy gracioso intentarlo.

No lo haces nada mal.

Trata de ser cortés. Los papeles invertidos. Ella lleva iniciativa.  

Poco entiendo la salsa. Debe tenerlo claro. Hago el mejor esfuerzo. Pasamos a soltarnos el cabello, despeinarnos con las notas del rock en español.

Sudamos hasta que decidí besarle. Palpé la cintura. Acaricié sin despegarnos la parte alta de sus nalgas. Repegó los pechos a los míos.

Tengo sed le dije.

Saqué dos cervezas. Aun estaban tibias. Aquí acostumbran beberlas así. Asintió.

Le pasé su envase. Sentada  al lado puedo sentir la respiración acelerada.

Abrí la ventanilla. Entró un poco de aire fresco.

Juguemos. ¿Te parece si yo soy Enrique Guzmán y tu Silvia Pinal?

Tejer la historia fallida de nuestro matrimonio. Desde los reclamos al enamoramiento. Asintió. De inmediato arrojó el envase a medio consumir. Apenas pude evitarlo.

La tomé de las muñecas. Forzándola a desabrocharme la falda. Quiero  que me cantes. Suave y quedito.

Imagina que grabamos el programa. Estamos en Televicentro. El productor da la señal. Sigue la pauta.

Sin errores. A una sola toma.

Que nos vean en colores, mientras los receptores, en sus hogares, son en blanco y negro.

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