Thursday, April 05, 2012

La de la Mochila Azul.










Lo es me dijo. Bebió hasta el fondo la michelada.

La pregunta tonta, el calor me vuelve imbécil. El alcohol solo lo remarca.

El vestido extiende vaporoso. Libre.

Regreso, dijo. Se llevó su celular y bolsa al sanitario.

Supongo no lleva puesta ropa interior. Lo intuyo. La confirmación alimenta el alma animal que me ata.

Una conversación con silencios, no conduce a parte alguna. Mas, si pretendo llevarla a la cama.

Quiero fumar dijo al regreso. Guardó el celular en la bolsa. Fuimos a la terraza.

Ya bastante dinero invierto en este pequeño lujo.

Salir con la chica de la mochila azul, la de ojitos dormilones. Ya bastante inquietud y bajas calificaciones, desde la primaria hasta el doctorado ha costado.

No soy obsesivo. Solo perfeccionista. Me he de comer esa tuna, aunque me espine la mano.

Prendió su cigarro. Recargada en el pasamanos. El rayo laser de los casinos tatúa la noche.

Se alzó el vestido. Tenía razón. No llevaba nada. Comenzó a orearse. Que calor. No te vaya a dar una pulmonía criatura.

De frente pensé en un volcán de vainilla. Por detrás, las nalgas un poco planas. Blancas como dos tortillas de harina. Siempre he dudado de mi buen gusto. El sexo lo relaciono con la comida.

Ni cabello publico.

¿Cómo te ha ido desde el divorcio? Sentencié.

La marca de la cesárea de manera vertical corre igual que los labios vaginales.  He pensado tatuarme alas de ángeles.

Solo que le robaría instinto y memoria. Además es estética. Y se esconde debajo del bikini, cuando voy a la playa.

¿Te gusta? Por supuesto, conteste.

Estoy acostumbrado a las intervenciones de la seguridad social de las bailarinas del taibol.

Conservo la fantasía de jugar al gato con ellas. O escribir hai kus, utilizándolas como líneas.

Siempre horizontales y bastante mal cocidas. Monstruosas. La tuya es una obra de arte. Deberías fotografiarla. Exponerla en la galería de arte contemporáneo.

¿Tú crees?

Me estaba enamorando. De eso no hay duda. Soy el hombre más simple que vive en estos contornos.

Vi la parte baja de la primera entrada. Quiero más. Con esa oreada pagó su consumo.

Me tengo que ir.

¿Tienes o quieres? ¿Hay diferencia?

Se entristeció. Ese me parece un buen gesto.

Me cayó mal de la cena. Los ostiones o la langosta.

La entendí mejor. Bajamos y cubrí la cuenta.

Me besó en la boca como quien lo hace con un hermano.

Nos vemos pronto. Sin mucha despedida. En la próxima piñata te veo. Tal vez dije confundido.

Arranco corriendo rumbo a su auto: Me estoy cagando cabrón.

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