Los astrónomos
fijaron el día de la catástrofe: el fin de la humanidad.
Luego,
con estudios mas detallados y precisos, la cartografía estableció el lugar y los
físicos el efecto.
En
ambos casos, conforme fue fluyendo la información, el panorama ennegreció el ánimo
general.
Quienes
creen en Dios culparon a los ateos. Este es un castigo divino, argumentaron.
Los
angosticos les recordaron que existen musulmanes y budistas, que son en cantidad
muchos más, que ellos.
Quienes
practican las creencias de oriente a las minorías sexuales, los del colectivo
LGBT, que son los que pervierten el orden de la naturaleza.
En todo
caso, asumieron ellos, la culpa puede ser atribuida a los ambientalistas.
Los
de Greenpeace a los países depredadores de la selva del Amazonas.
Las
corporaciones que responden a sus intereses se declararon en bancarrota. Evitaron
aceptar por adelantado las solicitudes de indemnización. Le reparación moral y
de estrés desato el desabasto en pocas horas de las pastillas psicotrópicas.
Ya aceptado lo inevitable, como cuando un
equipo pierde la categoría donde ejerce, aun quedando varias jornadas por
jugar, la humanidad decidió abrir las fronteras.
Ya
nadie contaba con motivo para reportarse enfermo a la oficina. La descomposición
inoculada en el alma.
Colocaron
en las plazas relojes con el tiempo en cuenta regresiva.
Los caminantes al observarlo, como lo hicieron los israelitas en medio del desierto, al ser atacados por las serpientes con el crotalo de bronce al que miraban y quedaban sanados, se santiguaron como quien se aparta apresurado del difunto tendido a media calle.
Los caminantes al observarlo, como lo hicieron los israelitas en medio del desierto, al ser atacados por las serpientes con el crotalo de bronce al que miraban y quedaban sanados, se santiguaron como quien se aparta apresurado del difunto tendido a media calle.
Sabiendo
que los próximos o quienes tienen fecha de caducidad es la humanidad entera.
Saldadas
las deudas externas de los gobiernos. Quienes tenían todo lo daban y aun
conservaban.
Los
que nada tenían no deseaban mas que lo necesario.
Viviendo
en comuna universal.
Se
realizó el nuevo concilio vaticano de los últimos tiempos.
En
ellos expresaron la inefabilidad de Dios en sus decisiones. Si el creador ha
determinado cerrar el ciclo sus razones ha de tener.
El
Papa salió al balcón leyendo las conclusiones en los idiomas conocidos. Aun en
el de los sordomudos.
Los
congregados en la plaza vaticana, seguían el mensaje, según dijeron a la televisión
italiana, cuando percibieron la aparición de una enorme bola de fuego, que conforme
se acercaba a tocar tierra, levantaba sonidos de arrepentimiento.
Incandescente
segaba la vista.
Los astrónomos
no supieron interpretar como tan salvajemente, el enorme meteoro que con meses
de anticipación describieron, vino a desviar la trayectoria inicial, al irse
consumiendo en la atmosfera. Rotando de África del Norte a la parte Italiana
central.
Solo
llego el halo al tamaño de una piedra que era capaz de ser transportada en una honda.
Fue
un error de la naturaleza de carácter monstruosa, incrustarse en la mitra del
papa.
El efecto
del golpe, lo lanzo del balcón.
Murió
de múltiples fracturas. Igual lo hizo la fe, en la desbandada.
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