Usar
frases hechas o palabras en desuso es lo suyo. También los vestidos de
terlenka.
El ir
a los bailes del recuerdo y tratar de ligarse a los menores de treinta y cinco.
Para
sus contemporáneos suena y viste mal.
Es peor
que estar alcoholizado o drogado. Seguir en el trip y perdido la cabeza.
La
palabra de onda, que cae en tal categoría es el peor desplante.
El
tiempo gasta las suelas y afloja la panza de los vocabularios.
Sus alumnos
en la facultad de artes visuales de la universidad le dicen que esta out.
A lo
que elegante y tratando de estar en la misma sintonía, les contesta: no me estén
cabuleando.
Toma
los libros y sale enfadada del aula.
Extrañados,
pensando que era una forma incorrecta de relación entre maestro y alumno,
levantaron firmas.
Las
presidenta de la clase se presentó en la secretaria académica con el
manuscrito.
En ventanilla
sellaron la solicitud, en original y dos copias.
Les pidieron
paciencia, que en tres días, la comisión integrada por el consejo directivo y
los alumnos, podrían conocer el resultado de la investigación.
Buscaron
primero en el diccionario para hispánico de dudas del rae.
Al ahondar
la duda, por no encontrar respuesta, buscaron en los maestros de mayor edad.
Pero
como es una escuela de nueva formación, los decanos aun no cruzan la tercera
década de vida, se encontraron en una nueva diatriba.
La discusión
llegó al punto ciego.
A negociar desde la más alta esfera: la oficina del director.
Le
ofrecieron a la docente cubrir sus honorarios y gestionar en rectoría que fuera
apoyada para cursar un post doctorado.
Así se
libraban de la presión de los alumnos, y ella no perdía su antigüedad en su
trabajo.
Firmaron
de conformidad el acuerdo.
A la
salida, subió consternada y contenta a su Pacer.
El humo azul del escape fluye
desde el encendido.
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